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miércoles, 11 de marzo de 2009

CHOLO SI, INDIO NO

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“Incas si, indios no”, el ensayo de la antropóloga Cecilia Méndez, aborda la idealización incásica como significado de modelo de civilización en el pasado andino y, por lo tanto, en la memoria de los peruanos, sobre todo en los sectores aristocrático-criollos desde la época de la independencia; pues la categoría étnica indígena evoca a la etnia dominada, al indio convertido en campesino, luego del colapso del Imperio de los Incas.

Los múltiples extranjeros que vienen a visitar al Perú, amantes de la cultura andina se quedan fascinados por el esplendor de nuestro patrimonio cultural. Es posible que en el transcurso de su trayecto turístico reciban una invitación “bridge-intercultural” de un limeño, cliente de alguna discoteca pituca de la metrópoli como Aura, o, quizás, la de un artesano del Jirón de la Unión, para persuadirlos de volver a Machu picchu, en donde se respira esa atmósfera de misticismo, que los foráneos aseguran percibir durante su estancia en Cusco. Pero ¿saben ellos que los mismos cusqueños, herederos de dicha civilización incaica tan admirada, se encuentran impedidos de ingresar a ciertos espacios públicos, como las discotecas y algunos restaurantes exclusivos, donde sólo se permite la entrada a gente de cabellos rubios, tez blanca o rasgos mestizos? A no ser que lleven, por supuesto, trajes made “brichero”, las personas de tez oscura de rasgos indomestizos o afrodescendientes no pueden ni asomarse al umbral de tales locales, pues no poseen el “carné de socio”, mejor dicho el de la comunidad racista del Perú.

En la actualidad conceptos como la diversidad cultural y la política de reconocimiento, paradigma de la globalización mundial, son casi una utopía que prospera sólo en muchas de las subjetividades de los sectores progresistas peruanos. Y es que, si de globalización se trata, únicamente se ha importado la “macdonalización”, nuestra capital está plagada de establecimientos fastfood, malls, multicines, e imperan en ella los cánones de belleza occidentales publicitados por las telenovelas.

Para ningún peruano ajeno al ámbito elitista criollo, con apellidos de ascendencia europea, es un secreto que el Perú es un país discriminatorio. Sin embargo el hecho de reconocer el racismo como parte de una problemática social pasa por darnos cuenta que nuestros derechos están siendo vulnerados, precisamente ello da lugar a conflictos internos que afectan la autoestima y la autoimagen, al punto de convertir el tópico del racismo en un tabú. De otro lado, la composición étnica indígena hace que muchos sean considerados mestizos y/o cholos, jamás indios. La dicotomía indio/cholo es claramente bifurcada en el imaginario colectivo.

Ciertamente, el orgullo nacional peruano se exalta ante el patrimonio nacional, ya sea porque genera ingresos económicos o porque afirma una tradición que se asienta en el pasado. Por ello sólo se exporta la grandilocuencia de la cultura Inca, Caral, la ciudad más antigua de América o el folklore, entre otras cosas. En la práctica se ha demostrado que tal aprecio y respeto por las raíces indígenas no existe. La Comisión de la Verdad y Reconciliación ha sido contundente al declarar que, gran parte de las 70,000 víctimas de la violencia política era quechuahablante.

El Estado peruano apostó siempre al “mejoramiento de la raza” del sector indígena mediante su política de inmigración de extranjeros. Esto ha calado hondo dentro de las familias peruanas que sueñan con que sus hijas o hijos se casen con extranjeros de rasgos caucásicos.

El historiador Nelson Manrique aduce que ya no es posible definir la categoría del indio después del proceso de aculturación en el Perú. Con el fenómeno de éxodo del campo a la ciudad, desde la década del 50, los peruanos asumen una nueva identidad nacional, mestiza, la urbana y costeña, muy lejos del área rural-andina y del campesino. Demográficamente la población urbana y rural alcanza los 70,04% y 29,6 %, respectivamente, según el censo de 1993. Entonces nos enfrentamos a una nueva identidad peruana de índole mestiza con perspectivas de blanco.

Con la andinización de la ciudad, los cánones de belleza no sólo se enmarcan lejos del parámetro indio/cholo, sino que en los mismos indomestizos se lleva a cabo una evaluación étnica del color de la piel, que será determinante para que los de tez clara se crean con la autoridad moral de discriminar a los de tez más oscura. Las mismas contradicciones se expresan en la comunidad afrodescendiente o afromestiza, quienes se disputan por una jerarquía étnica con los indomestizos. El Perú es un país pluricultural y plurilingüe, por lo que el conflicto se proyecta a otros grupos étnicos, a las identidades quechuas, aymaras y a los 42 grupos selváticos de la Amazonía.
[1] Pese a que la ciencia ha descartado el concepto de raza genéticamente desde hace mucho tiempo, los racistas insisten en apoyarse anacrónicamente en él. La ignorancia es atrevida.






[1] Fuente:Inés Pozzi Scout, El multilinguismo en el Perú.

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